Esta dimensión hace evidente la importancia que tiene la socialización y la afectividad en el desarrollo armónico e integral en los primeros años de vida.
La emotividad en el niño es intensa, domina gran parte de sus acciones, esto lo hace vulnerable y voluble, pues el control sobre sus emociones es muy débil, no logra poner distancia en sus sentimientos y difícilmente llega a criticarlos, juzgarlos o corregirlos, es impulsivo y vive con profundidad sus penas y alegrías.
La emotividad en el niño es intensa, domina gran parte de sus acciones, esto lo hace vulnerable y voluble, pues el control sobre sus emociones es muy débil, no logra poner distancia en sus sentimientos y difícilmente llega a criticarlos, juzgarlos o corregirlos, es impulsivo y vive con profundidad sus penas y alegrías.
El niño le pone mucha emoción y sentimientos en casi todo lo que hace, sobre todo en el juego por eso lo hace con emoción o se niega a participar en ellos. El niño va logrando su desarrollo afectivo a través de la manifestación de esta emotividad, de la misma forma como las otras personas, especialmente los más cercanos y significativos para él, como los maestros, familiares.
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